domingo, 6 de octubre de 2013

Memoria emocional y digital

Odio la era digital. Sé que es una contradicción. Sin Facebook nunca te habría visto, agregado, conocido, amado. Pero detesto esta maquinaria invisible que funciona mejor que mi propia memoria. Y eso que mi memoria emocional funciona dolorosamente bien. No hay esquina de esta ciudad que pueda recorrer sin traer al presente momento, el recuerdo de alguna tarde o noche donde me escondí en tu nuca.
Pasaron los meses desde el desamor, el desarraigo y el exilio. No son términos descuidados. Primero vino tu mirada vuelta a otros nombres, otras almas más intrigantes supongo. Luego el desarraigo que me produjo alejarme de esa habitación que ya se sentía como un hogar. Y luego el exilio. El propio en otros brazos, en la vuelta a mi hogar original. El de tuyo de mi vida.
Fue gracias a esta red invisible de fotografías tan cercanas y distantes que mis ojos repararon en los tuyos y vieron mas allá; que viví casi por accidente y sin creer merecer, la felicidad de los dioses y el Amor con A mayúscula.
Pero duele este recuerdo tuyo, que me golpea cada vez que entro a mi Facebook y los amigos en común delatan que seguiste con tu vida, que ahora tus labios llaman a otra, que no soy más que un numero en tu agenda. Me irrita saber el nombre de tu gato, que de tu pared cuelguen nuevas estrellas, que alguien más respire tu aire. Me duele ver mis fotos y saber que no existen fotos nuestras. Duele más el constante recordatorio de que no hay mas nosotras, de que seguramente "nosotras" nunca existió. Me entristece haberme desecho con un click de todas nuestras palabras, pero al mismo tiempo suspiro sabiendo que fue lo mejor. En seguida, me acuerdo que a vos tampoco te quedan palabras mías, porque de accidente las borré, y ahora todo lo dicho no existe. Me enojo conmigo misma al encontrarme stalkeandote en Twitter, en Youtube para ver que música suena en tus oídos estas tardes de sol. Me golpea saber que escribí mi amor 500 veces (o más) y que siguen ahí  suspendidas en esta memoria hecha de bytes. 
En la ciudad, en la vida, en cada uno de mis días, ahogo tu fantasma con nuevas voces, me refugio en la seguridad de nunca haberte cruzado si no era por voluntades consensuadas. Pero en el mundo digital, termino encontrándote  como en una ciudad invisible, habitada por tu nombre y foto de perfil, donde estás sin mi, sonriente.